Decir la verdad es una cualidad que todos dicen apreciar pero que pocos practican. Ella, la mayoría de las veces es incómoda y sus voceros amedrentados para mantener una forma de vida que se derrumba por si misma.
En este texto voy a emprender uno de los caminos más complicados de la verdad para admitir el error (empezando por el propio) y deshacer conceptos que jamás debería haber aprendido.
Como toda mujer fui criada dentro de una sociedad patriarcal, aprendí a moverme bajo las reglas de este sistema sin cuestionarlo, aunque sus límites apretaran tanto como aquellos pantalones que te decían que debías usar a pesar de que no te dejaban respirar.
Desde niña me enseñaron a naturalizar este invisible mecanismo de jerarquización injusto e incuestionable. En la escuela, en el barrio, desde los inocentes cuentos de hadas hasta los libros de texto. Mi mente se llenaba de preguntas pero por alguna extraña razón no obtenían respuesta y un día quizás un poco por temor y otro por cansancio dejé de preguntar.
Pero llegó la etapa adulta y el verdadero problema comenzó. Me choqué con todos los límites posibles de este sistema, no solo con los que la sociedad impone sino también con los propios, en mi caso, estos últimos fueron los más difíciles de vencer.
Era una mujer básicamente machista, había llevado a cabo de manera inconsciente el plan de conducta mortificante que el patriarcado pedía; era el resultado de la "norma".

Pero no fui yo quien dio la voz de alerta, no fui quien vio los moretones de tanto colisionar con el machismo y la misoginia; y aunque hubiera querido ser yo la que quitó esa venda, fue un hombre el que lo hizo.
En este punto de mi reflexión la contradicción no podría ser más oportuna y necesaria.
Pasé largas tardes de charlas con él. Me conmovía profundamente cada vez que me contaba historias sobre su madre; sus ojos cansados parecían querer llorar sin soltar una lágrima. Esa mujer a la él tanto admiraba, había luchado incansablemente para darle una educación y a pesar de trabajar de sol a sol, se hacía el tiempo para sentarse con su hijo y formarlo como un hombre libre y respetuoso de las libertades individuales.
Ella gustaba de leer los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, aquella valiente monja que peleó contra la intolerancia de la sociedad patriarcal del siglo XIX; pero habia un verso en especial cuyo fragmento su hijo repite hasta el día de hoy:

Solo el hijo de una mujer feminista podría ver aquello que está mal en la sociedad pero que la mayoría acepta e intentar cambiarlo.
Aquel hombre decidió empezar por su propia hija.
Porque el hombre que me hizo feminista es mi Padre.

Es muy rara la mañana sin respuestas. Levantarse de la cama sin la certeza de haber resuelto esa incógnita.
Así nos despertamos hoy, el pie izquierdo otra vez es el primero en tocar el suelo.

Nadie te avisa donde esta el límite, tarde o temprano nos encontraremos al borde del infinito. Podrían decir que es mi culpa y probablemente lo sea, porque

 "los deseos que no tienen freno se transforman en inútiles obsesiones".

Este bucle de negación es tan seductor que promete la recompensa del olvido aunque no sea cierto, pero tu lo sabes no?
Te quedas en silencio sin responderme mientras continuas leyéndome.
Aún sin entender que es a ti a quien hablo, prefieres ver que voy a decir porque crees que este es otro texto impersonal que encontraste entre tantos otros sitios de Internet.

Paro de escribir y te observo... puedo verte a través de estas palabras pero no sé si me animé a decírtelo, me obligas a permanecer callada y se hace difícil hablarte en silencio.  La manera en que me ignoras te destroza, lo sabes y aunque quisieras apagar la pantalla tienes la necesidad imperiosa de una respuesta.

Todavía no sabes quien soy?
Soy esa parte que golpea en tu memoria cuando las dudas deciden amargar tu café por las mañanas.
Tu tacón roto, tu manga descosida del traje nuevo.
Y te espero, últimamente es lo único que hago; a que me recuerdes, a que me sigas las pistas.
Soy tu Chispa pero me olvidas cada vez que despiertas, todo el tiempo.  Me presento: soy tu subconsciente esperando que recuerdes eso que construimos anoche en tu sueño.

Otra vez te falló el despertador, te despiertas con ese pensamiento nuevamente: Habré hecho bien? y si me equivoqué otra vez?
La vida sigue, la rutina con ella; mientras el recuerdo se resiste a ser borrado, galopa en tu pecho.
Todo el mundo juega este juego...pero nadie sabe como ni cuando dejar de jugarlo, mostrar las cartas y rendirse a la verdad.
Pero tu mente gana y tu lógica te felicita, que bien le hace al orgullo tener el corazón hecho piedra, jugar mejor que nadie y saberse con la mano ganadora antes de que termine la partida.
No es el hecho de ganar eso ya no importa, ver perder a los demás es el motor que mueve al ego.
La libertad de cometer tus propios errores, esa libertad la tenemos todos, la recuperas al ganar, pero es una libertad que se vuelve cada vez mas amarga.
Te preguntas que estará él o ella haciendo...

No vas a encontrar una respuesta en mis palabras porque en este casino de sentimientos seguramente tu puedas conseguir mejor crédito que yo. Quizás en ese último rincón de tus dudas haya un lugar para que esta pensadora se siente a convencerte de que juegues tu última ficha.

Mientras me tomo un café mirando a la gente pasar el mozo me sonrie al verme escribirte estas palabras y me pregunta sobre que escribo..todavía no sé que decirle: -sobre el amor (le digo), me sonrie nuevamente y se toca el dedo donde antes habia un anillo, y si... el también lo jugó.

Pero que puedo decirte sobre este juego, nunca tuve ni la más remota idea de como atravesar este campo minado.

"Andar por ahi con el corazón en la mano no es un buen consejo y en la calle se trafica con corazones sinceros".

Poniéndolo en terminos económicos, estamos en épocas de inflación y hay que pagar un precio demasiado alto para jugar; puedes ahorrar y precindir de ello o fundirte en la peor bancarrota de tu vida.
De vez en cuando podrás ganar y tendrás una victoria efímera, pero siempre desearás abandonar lo lúdico de este asunto.

No me tomes de ejemplo, Soy de las personas que siempre pierden, las que apagan la luz y cierran la puerta. Pero en esta vida como nada está dicho, voy a jugar todas mis fichas por revivir lo que queda en tu corazón y abandonar juntos por fin este juego.

Esta es una historia de pérdidas físicas y un camino de superación, que quizás pueda identificar a más de una mujer, pero si llego al corazón de al menos una persona considero que el objetivo de compartirla está más que cumplido.

Por algún lado hay que comenzar, así que empezaré en una tarde de abril de 2009.
Salí temprano del trabajo para acudir a la cita programada con mi ginecóloga, la sala de espera estaba llena, y yo sola, esperando en volver a casa lo más rápido posible para terminar la jornada.
Dicen mi apellido en voz alta, al fin era mi turno.
En el consultorio, traté de resumir lo que me pasaba en pocas palabras, lo consideraba un problema menor y cuanto más rápido lo contara todo se solucionaría con una simple prescripción.
Lo que en un principio era una visita de rutina al medico terminaría siendo lo que los estudios definirían como embarazo ectópico.
Como embarazo ectópico? Pregunté, primera vez que escuchaba ese término, primera vez embarazada, pero como en mi vida nada es normal había que agregarle el término ectópico tan solo para complicarlo.

La noticia de un embarazo es uno de los momentos más felices en la vida de cualquier mujer, en la mía sin embargo fue algo que no pude siquiera celebrar.
Qué clase de vuelta del destino me había llevado hasta allí y en tan adversas circunstancias?.

Los estudios comprobarían que el embarazo no era viable, se había desarrollado en la trompa de Falopio y así no conforme el destino con arrebatarme la posibilidad de un hijo también se llevaría consigo mi ovario y trompa derechos.
Me operaron de urgencia por vía laparoscópica, la hemorragia era incontrolable y fue necesaria una transfusión y así yo perdería la mitad de mi sistema reproductivo.
Cualquier profesional con sentido común diría que con un ovario poliquístico y una endometriosis severa mis posibilidades de ser madre están reducidas a un 20%. Y de hecho así fue.
Después de muchos intentos logré comprobar que la esperanza de ese porcentaje estaba tan lejana como ganarme la lotería comprando un solo boleto.
Allí estaba yo... sola, con mi pequeña chance.

Hasta que dejé de intentarlo, tampoco abandoné por completo la ilusión sino que simplemente dejé de buscar para seguir adelante, dejé de obsesionarme con la idea de lo que había perdido para comenzar a transitar un nuevo camino.

No hay una explicación sobre como suceden este tipo de cosas, solo pasan y no hay razón que sea suficiente para responder a la eterna pregunta del “porqué”.

En este momento se me viene a mi mente una frase de Jean Paul Sartre: “Un hombre (en este caso una mujer) es lo que hace con lo que hicieron de él”.
Se trata de transformar lo malo y convertirlo en un paso más en el camino, no ser victima de las circunstancias y adaptarse a los cambios buenos o malos porque son inevitables, forman parte de la vida misma.
Así llegamos al día de hoy, estoy anotada en la lista de adopciones, pero el final de esta historia todavía está por escribirse.