El hombre que me hizo feminista

11/07/2015



Decir la verdad es una cualidad que todos dicen apreciar pero que pocos practican. Ella, la mayoría de las veces es incómoda y sus voceros amedrentados para mantener una forma de vida que se derrumba por si misma.
En este texto voy a emprender uno de los caminos más complicados de la verdad para admitir el error (empezando por el propio) y deshacer conceptos que jamás debería haber aprendido.
Como toda mujer fui criada dentro de una sociedad patriarcal, aprendí a moverme bajo las reglas de este sistema sin cuestionarlo, aunque sus límites apretaran tanto como aquellos pantalones que te decían que debías usar a pesar de que no te dejaban respirar.
Desde niña me enseñaron a naturalizar este invisible mecanismo de jerarquización injusto e incuestionable. En la escuela, en el barrio, desde los inocentes cuentos de hadas hasta los libros de texto. Mi mente se llenaba de preguntas pero por alguna extraña razón no obtenían respuesta y un día quizás un poco por temor y otro por cansancio dejé de preguntar.
Pero llegó la etapa adulta y el verdadero problema comenzó. Me choqué con todos los límites posibles de este sistema, no solo con los que la sociedad impone sino también con los propios, en mi caso, estos últimos fueron los más difíciles de vencer.
Era una mujer básicamente machista, había llevado a cabo de manera inconsciente el plan de conducta mortificante que el patriarcado pedía; era el resultado de la "norma".

Pero no fui yo quien dio la voz de alerta, no fui quien vio los moretones de tanto colisionar con el machismo y la misoginia; y aunque hubiera querido ser yo la que quitó esa venda, fue un hombre el que lo hizo.
En este punto de mi reflexión la contradicción no podría ser más oportuna y necesaria.
Pasé largas tardes de charlas con él. Me conmovía profundamente cada vez que me contaba historias sobre su madre; sus ojos cansados parecían querer llorar sin soltar una lágrima. Esa mujer a la él tanto admiraba, había luchado incansablemente para darle una educación y a pesar de trabajar de sol a sol, se hacía el tiempo para sentarse con su hijo y formarlo como un hombre libre y respetuoso de las libertades individuales.
Ella gustaba de leer los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, aquella valiente monja que peleó contra la intolerancia de la sociedad patriarcal del siglo XIX; pero habia un verso en especial cuyo fragmento su hijo repite hasta el día de hoy:

"Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis".

Solo el hijo de una mujer feminista podría ver aquello que está mal en la sociedad pero que la mayoría acepta e intentar cambiarlo.
Aquel hombre decidió empezar por su propia hija.
Porque el hombre que me hizo feminista es mi Padre.

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